
Angélica, con suma libertad y fluidez, se deja llevar por una pluma, que en primera instancia, se reconoce en su calidad de femenina.
“Soy fémina alborada hecha en manantial” nos confirma en uno de sus poemas. Versos libres que en ocasiones se quieren tramar en metricas, pero que se niegan a seguir la tradición y se sueltan en versos libres que califican sus acciones y pensamientos.“
Soberbias son tus manos que se elevan al tocarme…” Es la respuesta femenina a la caricia muchas veces deseada. La glorificación, del instrumento de la caricia de quien la prodiga es justamente la mano. Es el simbolo que une al cuerpo con la tempretaura. Después de una caricia uno se siente realizado, ahora imaginemos lo que pueda sentir de todo un acometimiento de caricias. El instrumento acariciador puede entonces ser elevado a nivel de una deidad. Las manos que acarician merecen ser besadas, adoradas, puestas en un pedestal, guardadas de semilla para el futuro, porque –sucede muchas veces- quien sabe cuando te regalaran otra dosis de caricias similares. La poesía de Angélica habla del cuerpo y de las inquietudes del cuerpo. Cada poema son como viajes del cuerpo que te transportan hacia paisajes infinitos donde inlcusive
“las higueras fueron seducidas”. Las higueras son plantas que según los que saben, se consagraban a Dionisios , el Dios de la renovación. Su fruto, el higo es conocida como
“la fruta de los filosofos”. Seducir con el sabor exquisito del higo, es como acariciar una piel firme, consistente y aromática. Acariciar, es como escribir poesía. Siendo creadora, como efectivamente lo es en las artes plásticas y en la poesía (por ahora no nos ha comentado otras virtudes) el personaje del artista no podía quedar fuera. El artista es
“quien saca con sus manos el relampago”. Pero también lo es el amante, el ser amado. Y la poesía finalmente sirve para eso, para manifestar y manifestarse.
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